martes, agosto 21, 2007

Cultivar, auténtico amor

“El amor es el elixir de la vida; el amor es la vida.” (Living to Purpose [Vivir con propósito], de Joseph Johnson [1871].)
*

CÓMO aprende el ser humano a amar? ¿Estudiando psicología? ¿Leyendo manuales de autoayuda? ¿Viendo películas románticas? Desde luego que no. Los humanos aprenden a amar en primer lugar gracias al ejemplo de sus padres y a la formación que estos les dan. Los niños comprenderán el significado del amor si, en un ambiente de tierno cariño, ven que sus padres los alimentan, los protegen, se comunican con ellos y les muestran verdadero interés personal. Lo mismo ocurre cuando sus padres les enseñan a guiarse por principios sólidos que marcan lo que está bien o mal.


El auténtico amor es más que una emoción superficial. Nos impulsa a actuar de continuo en beneficio de los demás, aun cuando estos no sepan valorarlo totalmente en ese momento, como ocurre con los niños que reciben disciplina amorosa. Un ejemplo perfecto de alguien que manifiesta amor desinteresado es el propio Creador. El apóstol Pablo escribió: “Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque Jehová disciplina a quien ama” (Hebreos 12:5, 6).


Padres, ¿cómo pueden imitar a Jehová al mostrar amor por su familia? ¿Y hasta qué grado es importante el ejemplo que ponen en su relación como cónyuges?

Enseñen a amar con el ejemplo

Si usted es el esposo, ¿aprecia, o valora, a su mujer y la trata con honra y respeto? Y si usted es la esposa, ¿es afectuosa y apoya a su marido? La Biblia menciona que los cónyuges deberían amarse y respetarse el uno al otro (Efesios 5:28; Tito 2:4). Cuando así lo hacen, los hijos ven el amor cristiano en acción. ¡Qué lección tan eficaz y valiosa!

Los padres también fomentan el amor en el hogar cuando fijan para la familia elevadas normas en asuntos como las diversiones, la moralidad, y las metas y prioridades. Por todo el mundo, muchas personas se han basado en las Escrituras para establecer dichas normas y así se han convertido en pruebas vivientes de que la Biblia en verdad “es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia” (2 Timoteo 3:16). De hecho, no son pocos los que reconocen que los preceptos morales y los consejos prácticos que se recogen tan solo en el Sermón del Monte son inigualables (Mateo, capítulos 5 a 7).

Cuando la familia entera acude a Dios en busca de dirección y se sujeta a sus normas, todos se sienten más seguros, y hay más probabilidades de que los niños lleguen a amar y respetar a sus padres. Por el contrario, en un hogar con reglas dobles, inapropiadas o poco estrictas, los niños tal vez se exasperen, se enfaden y se vuelvan rebeldes (Romanos 2:21; Colosenses 3:21).

¿Qué hay de los padres sin cónyuge? ¿Están en gran desventaja a la hora de enseñar a sus hijos a amar? No necesariamente. Aunque no hay nada mejor que el equipo formado por una buena madre y un buen padre, la experiencia demuestra que la calidad de las relaciones familiares puede compensar hasta cierto grado la falta de uno de los padres. Si usted cría a sus hijos sin la ayuda de un cónyuge, esfuércese por poner en práctica los principios bíblicos en su hogar. “Confía en Jehová con todo tu corazón —dice cierto proverbio—, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas”, entre ellas las sendas de la paternidad y la maternidad (Proverbios 3:5, 6; Santiago 1:5).


Muchos jóvenes excelentes fueron criados en un hogar monoparental y en la actualidad sirven fielmente a Dios en los miles de congregaciones cristianas de los testigos de Jehová de todo el mundo. Esto demuestra que un progenitor solo también puede enseñar a sus hijos a amar.




Cómo pueden todos cultivar amor


La Biblia predijo que “los últimos días” se caracterizarían por la falta de “cariño natural”, es decir, desaparecería el vínculo natural que por lo general sienten entre sí los miembros de una familia (2 Timoteo 3:1, 3). No obstante, es posible que incluso aquellos que han crecido en un entorno falto de cariño aprendan a cultivar amor. ¿Cómo? Tomando como ejemplo a Jehová, quien es la Fuente del amor y expresa apego y cariño por cuantos acuden a él con sinceridad (1 Juan 4:7, 8). “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería”, dijo un salmista (Salmo 27:10).

Dios pone de manifiesto su amor por nosotros de diversas maneras. Algunas de ellas son la dirección paternal que brinda mediante la Biblia, la ayuda del espíritu santo y el afectuoso apoyo de la hermandad cristiana (Salmo 119:97-105; Lucas 11:13; Hebreos 10:24, 25). Veamos cómo pueden estas tres expresiones del cariño de Jehová contribuir a que se incremente nuestro amor por Él y el prójimo.

La oración y el estudio de la Palabra de Dios nos ayudarán a cultivar auténtico amor

Dirección paternal inspirada


Antes de establecer un vínculo afectuoso con alguien, debemos conocerlo bien. Al darse a conocer a través de las páginas de la Biblia, Jehová nos invita a que nos acerquemos a él. Sin embargo, no basta con leer su Palabra. Debemos poner en práctica lo que aprendemos y experimentar los beneficios que resultan de hacerlo (Salmo 19:7-10). “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar”, dice Isaías 48:17. En efecto, Jehová, la mismísima personificación del amor, nos instruye para nuestro beneficio, no porque desee restringir nuestra libertad con normas y reglas innecesarias.


Asimismo, un conocimiento exacto de la Biblia fomenta en nosotros amor por nuestros semejantes, puesto que la verdad bíblica nos enseña cómo ve Dios a los seres humanos y nos muestra los principios que deberían regir nuestro trato con otros. Esta información nos proporciona una base sólida a partir de la cual cultivar amor al prójimo. El apóstol Pablo señaló: “Y esto es lo que continúo orando: que el amor de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno discernimiento” (Filipenses 1:9).


A fin de ilustrar cómo el “conocimiento exacto” guía de forma apropiada al amor, analicemos la verdad fundamental incluida en Hechos 10:34, 35: “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. Si Dios evalúa a las personas en función de sus actos justos y de su temor piadoso, y no en función de su nacionalidad o raza, ¿no deberíamos nosotros ver a nuestro prójimo con la misma imparcialidad? (Hechos 17:26, 27; 1 Juan 4:7-11, 20, 21.)


El amor, fruto del espíritu de Dios


Al igual que la lluvia que cae al debido tiempo sobre una huerta contribuye a que esta rinda una buena cosecha, el espíritu de Dios hace que en las personas receptivas afloren cualidades que la Biblia identifica como “el fruto del espíritu” (Gálatas 5:22, 23). La más destacada de estas cualidades es el amor (1 Corintios 13:13). Ahora bien, ¿cómo obtendremos el espíritu de Dios? Principalmente a través de la oración. Si oramos implorando a Dios su espíritu, él nos lo dará (Lucas 11:9-13). ¿‘Sigue’ usted pidiendo en oración espíritu santo? Si así lo hace, entonces el valioso fruto de este, dentro del cual se incluye el amor, será cada vez más evidente en su vida.


No obstante, existe otra clase de espíritu opuesto al que da Dios. La Biblia lo llama “el espíritu del mundo” (1 Corintios 2:12; Efesios 2:2). Esta influencia perjudicial procede ni más ni menos que de Satanás el Diablo, “el gobernante de este mundo” de humanos alejados de Dios (Juan 12:31). Como el viento que levanta el polvo y la basura, “el espíritu del mundo” despierta deseos dañinos que corroen el amor y satisfacen las debilidades de la carne (Gálatas 5:19-21).

La gente se impregna de este espíritu maligno cuando se expone a formas de pensar materialistas y egoístas, a actitudes violentas y al distorsionado, y a menudo pervertido, modo de ver el amor que abunda en el mundo. Si usted desea desarrollar auténtico amor, debe resistir con firmeza el espíritu del mundo (Santiago 4:7). Sin embargo, no confíe en sus propias fuerzas; acuda a Jehová en busca de ayuda. Su espíritu —la fuerza más poderosa del universo— lo fortalecerá, y así tendrá éxito (Salmo 121:2).

La hermandad cristiana nos enseña a amar


Así como los niños aprenden a mostrar amor cuando lo reciben en casa, todos nosotros —jóvenes y mayores— podemos incrementar nuestro amor al relacionarnos con otros cristianos (Juan 13:34, 35). De hecho, una de las funciones clave de la congregación cristiana es crear un entorno en el que sus miembros puedan “estimular[se] al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24, Nueva Versión Internacional).

Este amor es de gran valor sobre todo para las personas que se hayan sentido “desolladas y desparramadas” en el mundo falto de amor que nos rodea (Mateo 9:36). La experiencia ha revelado que el afecto recibido en la edad adulta contrarresta muchos de los efectos negativos derivados de una infancia sin amor. ¡Qué importante es, pues, que todos los cristianos dedicados den una sincera bienvenida a los que comienzan a reunirse con ellos!

“El amor nunca falla”

La Biblia asegura que “el amor nunca falla” (1 Corintios 13:8). ¿Cómo es esto posible? El apóstol Pablo nos explica: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño” (1 Corintios 13:4, 5). Obviamente, este amor no es una concepción idealista ni una emoción superficial. Todo lo contrario: aquellos que lo reflejan perciben y reconocen las desilusiones y las ansiedades de la vida, pero no permiten que estas arruinen el amor que sienten por su prójimo. No cabe duda de que tal amor es “un vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:12-14).

Observe el ejemplo de una joven cristiana coreana de 17 años. Cuando comenzó a servir a Jehová Dios, su familia se opuso, y ella tuvo que irse de casa. Sin embargo, en vez de dejarse dominar por el enojo, oró al respecto y permitió que la Palabra y el espíritu de Dios moldearan su forma de pensar. Después de eso, con frecuencia escribía a su familia cartas rebosantes del auténtico cariño que sentía por ellos. Como resultado, sus dos hermanos mayores iniciaron un estudio de la Biblia y en la actualidad son cristianos dedicados. Su madre y su hermano pequeño también aceptaron la verdad bíblica. Por último, la actitud de su padre, que se había opuesto mucho, cambió radicalmente. La joven escribe: “Todos nos hemos casado con compañeros cristianos, y ahora nuestra familia se compone de un total de veintitrés adoradores unidos”. ¡El amor venció una vez más!

¿Desea cultivar auténtico amor y ayudar a otros a hacer lo mismo? Pues acuda a la Fuente de esta valiosa cualidad, Jehová. Así es, tome en serio su Palabra, pida espíritu santo en oración y relaciónese con regularidad con la hermandad cristiana (Isaías 11:9; Mateo 5:5). Es muy alentador saber que pronto todos los inicuos desaparecerán y solo quedarán quienes evidencien el auténtico amor cristiano. Ciertamente, el El amor es la llave de la felicidad y la vida (Salmo 37:10, 11; 1 Juan 3:14).