martes, febrero 05, 2008

L@s jovencit@s se preguntan:


¿Por qué permite
Dios que suframos?



“Mientras Dios está arriba en el cielo donde todo es felicidad, nosotros sufrimos aquí abajo.”—Mary.*

Los jóvenes de hoy han nacido en un mundo cruel. Los terremotos y otras catástrofes naturales que siegan miles de vidas parecen estar a la orden del día. Las guerras y los atentados terroristas ya casi no son noticia. Las enfermedades, los crímenes y los accidentes se llevan a nuestros seres queridos. A Mary, citada arriba, le tocó de cerca la desgracia. Sus amargas palabras las pronunció tras la muerte de su padre.

Cuando uno sufre tragedias en carne propia, es normal que le sobrevengan sentimientos de frustración, pérdida o hasta ira. Tal vez nos preguntemos: “¿Por qué tuvo que suceder esto?”, “¿Por qué a mí?” o “¿Por qué ahora?”. Estas cuestiones merecen una buena respuesta, pero para obtenerla debemos acudir a la fuente adecuada. Dado que, como dijo un joven llamado Turrell, a veces estamos “demasiado dolidos para reflexionar”, tenemos que buscar la manera de calmar nuestras emociones un poco para que podamos pensar de manera lógica y racional.

Hay que afrontar la amarga realidad


Por desagradable que sea aceptarlo, la muerte y el sufrimiento son realidades de la vida. Job lo expresó muy bien cuando dijo: “El hombre, nacido de mujer, es de vida corta y está harto de agitación” (Job 14:1).

La Biblia promete un nuevo mundo en el que “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4). Pero antes de que esas condiciones ideales se hagan realidad, tenemos que experimentar un tiempo de maldad sin precedentes. Las Escrituras dicen: “Sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1).

¿Cuánto durarán estos tiempos difíciles? Los discípulos de Jesús plantearon más o menos la misma pregunta. Sin embargo, en lugar de especificarles el día y la hora en que terminaría este sistema de cosas cargado de sufrimientos, Jesús les dijo: “El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo” (Mateo 24:3, 13). Estas palabras nos animan a tener una visión de futuro. Hemos de estar preparados para aguantar muchas situaciones amargas antes de que llegue el fin.

¿Tiene Dios la culpa?


¿Es razonable entonces que nos resintamos con Dios por permitir que suframos? No si tenemos presente que él ha prometido acabar con el sufrimiento. Tampoco tiene sentido pensar que Dios es el causante de las cosas malas que ocurren. Muchas tragedias suceden por pura casualidad. Imagínate, por ejemplo, que un árbol se cae debido al viento y hace daño a alguien. Hay quienes tal vez atribuyan a Dios la desgracia. Pero él no hizo que el árbol se cayera. La Biblia nos ayuda a entender que eso solo es el lamentable resultado del “tiempo y el suceso imprevisto” (Eclesiastés 9:11).

El sufrimiento también puede deberse a la falta de sentido común. Imagínate que un grupo de jóvenes se ponen a beber alcohol antes de conducir. Si tienen un grave accidente, ¿de quién es la culpa? ¿De Dios? No, han cosechado las consecuencias de su falta de sentido común (Gálatas 6:7).

“Pero ¿no tiene Dios el poder suficiente para acabar ya con el sufrimiento?”, tal vez pienses. Algunos hombres fieles de tiempos bíblicos se preguntaban lo mismo. El profeta Habacuc le dijo a Dios: “¿Por qué miras a los que tratan traidoramente, te quedas callado cuando alguien inicuo se traga a uno más justo que él?”. Ahora bien, Habacuc no se precipitó a sacar conclusiones. Él dijo: “Vigilaré, para ver lo que él hablará por mí”. Después, Dios le aseguró que al “tiempo señalado” pondría fin al sufrimiento (Habacuc 1:13; 2:1-3). De modo que debemos ser pacientes y esperar a que Dios acabe con la maldad a su debido tiempo.

No concluyas apresuradamente que Dios desea que suframos o que nos está poniendo a prueba. Cierto, el sufrimiento puede sacar a relucir nuestras buenas cualidades, y la Biblia dice que las pruebas que Dios permite pueden refinar nuestra fe (Hebreos 5:8; 1 Pedro 1:7). De hecho, muchas personas que sufren experiencias difíciles o traumáticas se vuelven más pacientes o compasivas. Pero no debemos concluir que Dios fue el causante de su sufrimiento. Si lo hiciéramos, no estaríamos tomando en consideración Su amor y sabiduría. Las Escrituras indican claramente: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie”. Al contrario, de él recibimos “toda dádiva buena y todo don perfecto” (Santiago 1:13, 17).
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Por qué permite Dios el mal


Entonces, ¿de dónde procede el mal? Recuerda que Dios tiene opositores, principalmente “el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada” (Revelación 12:9). El Creador colocó a nuestros primeros padres, Adán y Eva, en un mundo libre de problemas, pero Satanás convenció a Eva de que le iría mejor si no se sometía a las normas divinas (Génesis 3:1-5). Lamentablemente, ella creyó las mentiras del Diablo y desobedeció a Dios. Adán se sumó a la rebelión de su esposa. ¿Cuáles fueron las consecuencias? “La muerte se extendió a todos los hombres”, dice la Biblia (Romanos 5:12).

En lugar de reprimir de inmediato aquella rebelión aniquilando a Satanás y sus seguidores, Dios consideró oportuno dejar pasar un tiempo. ¿Qué se lograría con ello? Demostrar que el Diablo es un mentiroso y reunir pruebas de que independizarse de Dios solo conduce a la perdición. ¿Y no es eso precisamente lo que ha sucedido? “El mundo entero yace en el poder del inicuo.” (1 Juan 5:19.) Además, “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9). Las religiones del mundo son una maraña de doctrinas contradictorias. Las normas morales son más bajas que nunca. Los gobiernos humanos han probado todo tipo imaginable de gobernación. Firman tratados y adoptan leyes, pero el pueblo sigue sin ver satisfechas sus necesidades. Por si fuera poco, las guerras agravan el sufrimiento.

Es obvio que necesitamos la intervención de Dios para que termine la maldad. Pero él actuará solo cuando lo vea conveniente. Mientras tanto, tenemos el privilegio de apoyar la gobernación de Dios obedeciendo las leyes y principios que aparecen en la Biblia. Y cuando suceden cosas malas, podemos consolarnos con la esperanza segura de vivir pronto en un mundo sin problemas.

No eres el único


De todas formas, cuando sufrimos personalmente una desgracia, puede que digamos: “¿Por qué a mí?”. Pero el apóstol Pablo nos recuerda que no somos los únicos que sufrimos. Él dice que “toda la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente hasta ahora” (Romanos 8:22). Saber esta verdad puede ayudarte a sobrellevar el sufrimiento. Nicole, por ejemplo, estaba traumatizada por los atentados terroristas acaecidos el 11 de septiembre de 2001 en las ciudades de Nueva York y Washington. “Estaba horrorizada y asustada”, admite. Pero cuando leyó unos relatos de cómo afrontaron aquella tragedia sus hermanos cristianos, su actitud cambió.# “Me di cuenta de que no soy la única. Poco a poco he ido superando el dolor.”


Si desahogas las penas, te sentirás mejor


En algunos casos es aconsejable que te desahogues con alguien: tu padre o tu madre, un amigo maduro o un anciano cristiano. Revelar tus sentimientos a alguna persona de tu confianza te permitirá recibir una “buena palabra” de ánimo (Proverbios 12:25). Cierto joven cristiano de Brasil recuerda: “Perdí a mi padre hace nueve años, y sé que Jehová lo resucitará algún día. Pero algo que me ayudó fue poner por escrito mis sentimientos y hablar abiertamente de ellos con mis amigos cristianos”. ¿Tienes ‘compañeros verdaderos’ en los que puedes confiar? (Proverbios 17:17.) Entonces, aprovéchate de su bondadosa ayuda. No debe darte vergüenza llorar o expresar tus emociones. Incluso el propio Jesús “cedió a las lágrimas” cuando murió un amigo suyo (Juan 11:35).

La Biblia nos asegura que llegará el día en que la humanidad “será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). Hasta entonces, sin embargo, muchas personas buenas sufrirán. Pero el hecho de saber por qué sufrimos y que no va a ser por mucho tiempo te servirá de consuelo.
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