sábado, marzo 24, 2007

CON LO FACIL QUE SERIA...

¿Con lo fácil qué sería?

Esta frase resuena continuamente en mi cabeza. Incluso creo haberla empleado en la escritura de algún comentario. ¡Pero es que es verdad! ¡Qué fácil sería todo, si todo fuera diferente!

En un mundo tan arisco (mejor me ahorro la lista de epítetos bien merecidos que me vienen a la mente) como éste, cualquier luz y claridad siempre es cegado o escondido por eternas sombras y tinieblas. Pero no nos metamos en retórica; soy muy consciente del punto que deseo tratar.

¿Por qué prácticamente tienes que pedir disculpas cuando quieres decirle algo positivo (bonito) a alguien?

¿A cuant@s no ha pasado, paseando por la calle, cruzar la mirada con alguien y pensar ¡vaya, qué guapo! ¡Qué mirada! ¡Me gusta esa sonrisa! ¡Qué simpático!? ¿Y cuántas veces habéis mordido la lengua, habéis callado a vuestro pesar, debido a cómo podrían interpretarse (malinterpretase) nuestras palabras? A mí, demasiadas.

¡Y no lo entiendo!

Parece que a la gente no le cuesta nada en absoluto insultar, reprochar, ridiculizar o menospreciar a alguien. Pero a la hora de favorecer o ensalzar... callamos. Y callamos por infinidad de motivos, principalmente porque la otra persona pueda pensar que existen otros oscuros intereses ocultos detrás de nuestras palabras.

¿Y por qué ocurre esto? Porque habitualmente, detrás de esos halagos suele haber otros oscuros intereses ocultos (sexuales, económicos, etc.). Y cuando la naturaleza de esas palabras es en verdad sincera y del todo transparente, te las terminas tragando para que no se piense mal de ti.

Al final, lo que queda siempre es negativo. Se pronuncia lo malo y se calla lo bueno.

Porque, ¿cuánto bien podrían hacer esas palabras en el momento oportuno? Tod@s somos conscientes de nuestros defectos, bien sea por la cruda realidad del espejo o por aquello que la sociedad se empeña en recordarnos. ¿Pero cuántas veces alguien nos destaca lo que hay bueno en nosotros? Casi nunca. Yo lo pienso, en mi caso. No soy guapa (tampoco una belleza), no necesito que nadie me lo diga, pero si un día, sin más, alguien me dice algo bonito, mi autoestima subirá al instante y hará que me sienta mejor conmigo misma, prácticamente odio los halagos suenan como un cumplido o por hacerse pasar bien la otra persona para agradecerlos y entra la conversa y prefiero no recibir halagos y por ende, con mi entorno. Y como a mí, le pasará a la mayoría. Pero lo único que escuchamos es silencio o rechazo. Y cuando recibimos algo, es que hay otras pretensiones en escena. Piensa mal y acertarás, dice el refrán.

¡Ya está bien! Me revienta que esto sea así, me parece patético y de lo más lamentable. Pero es así, y está ahí fuera. Pues bien, OK, sea, pero yo no estoy dispuesta a pasar por el aro.

A mí me sale actuar así, decir las cosas sin más, sea a alguien del trabajo, a una amistad o a un/a auténtic@ desconocid@. Recuerdo que cuando conocí (electrónicamente) a El poeta, no me reprimí y le comenté (para mi sorpresa) lo atraída que me había sentido hacia el. Supo entender el sentido de mis palabras, reconociendo mi sincero interés y no que estuviera tratando de ligar, que sería lo más típico.

Éste no es el mejor ejemplo, pues nosotras siquiera nos hemos mirado a la cara y nos hemos valido de un medio electrónico e impersonal para ello. Pero ya es algo.

Harta de esta situación, he decidido ser consecuente con mi enfado y ponerle remedio en cuanto esté a mi alcance. Y esta tarde, sin ir más lejos, me he atrevido a lanzar otro bienintencionado comentario, esta vez cara a cara, a una compañera del trabajo. El resultado: he logrado una sonrisa y que se permitiera unos momentos de inofensiva coquetería. Incluso un posterior detalle, evidenciando lo bien recibidas que habían sido mis palabras.

Si no me cuesta nada hacerlo, si no juego con nadie (nunca mentiría), si no manipulo buscando algo y puedo conseguir que una persona se sienta mejor, ¿por qué no? Si tod@s hiciéramos lo mismo, ¿no mejoraría este mundo con un esfuerzo tan nimimo?

Invito a intentarlo, a que pueda convertirse en una cadena que se extienda lo más posible. No obstante, antes deseo destacar unas condiciones:

- La primera y más básica. Jamás buscando un resultado, ni tan siquiera caer bien a alguien. Si no es del todo altruista, no cuenta. Como si lo lanzáis y os vais, sin averiguar siquiera el efecto.

- La segunda. Jamás mentir. En esto no vale la caridad o la compasión. Ante todo sinceridad, tampoco queremos que se quede dudando sobre la veracidad de nuestro cumplido, pues eso llevará inequívocamente a pensar que hay algo detrás.

- La tercera. Por favor, con un poco de vista y diplomacia, teniendo en cuenta que lo que puede parecer un cumplido para ti puede resultar dañino a otros. No hay que caer en la paranoia, pero sí tener una pizca de tacto. No pasen al olvido que el fin de esto es hacer bien :)

- La cuarta. Ha de ser del todo espontáneo, no que te sientes en tu mesa del trabajo y te pases media tarde pensando qué le puedes decir que le agrade a un compañero. No, te tiene que venir a la cabeza y dejar que salga por tu boca. ¡El halago caduca a los Díez segundos!

- Y la quinta, como detalle. No se te olvide que el/la destinatari@ puede ser alguien de tu familia, tu pareja, tu amig@, tu compañer@ del trabajo o de estudios, tu vecin@, un/a conocid@ o alguien con quien te has cruzado en el carro (¿la combi?). Tod@s son personas, y como tal, lo merecen y agradecerán.

Sé que esto que he propuesto para algun@s parecerá una tonterias, de lo más simple, pues ya lo hacían antes de que yo dijese nada. Bien, Sin embargo, para otr@s, será todo un mundo, pánico, tensión, un auténtico infierno. Intentadlo, pido por favor. El actuar y nuestras acciones lo merecen.

No hay comentarios: